lunes, julio 30, 2007

Máximas acerca del tamaño

Esta fue, casi textual, una conversación mantenida hoy en el almuerzo del trabajo:
S: Odio los perros Gran Danés o Rottweiller. Además, los tipos que eligen esos perros enormes tienen pito chico.
N: Tal cual! Perro grande-pito chico
Lariten: ¿Y los que tienen autos tuneados?
S y N (a coro): Autos tuneados, pito chico.
M: Los autos grandes en general denotan pito chico.
Lariten: Ostentación de autos=pito chico.
S: Celulares con demasiadas pavadas=pito chico.
... (momento de reflexión)
Lariten: Igual, chicas, casi diría que el 90 por ciento de los hombres tiene el pito chico. Así que la mayoría de las cosas que tengan serán extensibles a la máxima.
N, S y M se mostraron de acuerdo.

lunes, julio 23, 2007

Detesto a la gente que manda algún video sentimental de you tube por mail para que lo veamos. Si yo tuviera que mandar por mail todas las cosas de you tube que me gustan debería estar al menos durante tres semanas enviando correos a toda hora. Vade retro!

Y otra cosa. Me gustaría saber cómo habrá hecho Niño Pol para encontrar en buena calidad este video que estuve buscando en vano en mis cinco o seis últimas incursiones youtubeanas. Por lo que veo él tampoco lo pudo encontrar en castellano, pero al menos sí está completo. ¿Y vieron que no se lo mandé a nadie, a pesar de que ahora lo tengo en mi poder?

viernes, julio 20, 2007

Amigota

En “El hombre que fue jueves”, de Chesterton, cuando el poeta Syme encuentra al otro impostor afirma: “Entre aquella soledad y su situación actual en compañía de un aliado había un abismo. Digan en buena hora las matemáticas que cuatro es igual a dos por dos; pero no pretendan que dos es igual a dos por uno: dos es igual a uno multiplicado por dos mil. Por eso, no obstante sus muchas desventajas, las sociedades van a parar siempre en la monogamia”.

De la misma manera se puede explicar la obsesiva amistad que en algún momento de nuestra vida tuvimos con alguien. Debe haber muy pocas personas que no hayan tenido alguna vez en su vida a un mejor amigo único, absoluto, irreemplazable y que excluye completamente a un tercero.

Al mejor amigo no lo elegimos ciegamente, sino que un día se acumuló a otro día y a otro en que ahí estaba. Llegó un momento en que nos entendíamos sin palabras.
(Seguramente hubo alguna confesión de siesta de domingo, con todos los juguetes en stock de nuestra casa desparramados en el piso, o corriendo lejos en la misma dirección en las siete vidas: “Vos sos mi mejor amigo”).
Entonces ya pudimos pelearnos como hermanos: implacablemente.

De más grandes no hay tanto rito, pero quiero resaltar la validez de la afirmación de Chesterton. Cuando somos dos, sean amigos o amigas, podemos llevarnos el mundo por delante.

De chicos: Damos vuelta todos los placares, trepamos al techo, compartimos el escondite. Con más de dos ya hay rollo. O no entramos en el mismo refugio, o nos hacemos mucho bardo y nos descubren.

De adolescentes: Nos prestamos toda la ropa. Nos contamos todos los secretos. Exhibimos nuestra amistad exclusiva y hacemos que otros mueran de envidia por no poder acceder a tan privilegiado club. Hasta nos gustan los mismos chicos y nos reprochamos entre gritos y llantos las mismas actitudes. Si hubiera tres, ya podría haber traición en una etapa de tanta susceptibilidad.

De más grandes: En un viaje a dedo nos levantan todos los autos, en el boliche nos regalan todos los tragos, podemos charlar horas con alguien que sólo a una le interesa, pero siempre la otra se quedará por ahí cerca -porque no tiene otra cosa que hacer- y podrá rescatarnos con la mejor excusa cuando lo necesitemos.

De adultos: Quizás sea el momento en que más tendemos a canjear al mejor amigo por la pareja. Esta es la etapa de extrañar a nuestro amigo exclusivo.

Por último: Las viejas andan de a tres o cuatro, pero siempre hay dos “que se entienden”. La otra, o es muy terca, o es muy amarreta, o tiene siempre esa cara de amargada o nos avergüenza a todas tratando mal a los mozos del café.

En todas las edades, y cuando por alguna razón ya no basta con girar la cabeza para verlos, los recordamos a nuestro lado caminando, estudiando, hinchando las pelotas o simplemente aburriéndose y tratando de robarnos el control remoto. Siempre, en cada etapa, algún elegido. Siempre el mejor amigo.

Para todos mis mejores amigos.