jueves, febrero 22, 2007

Sin fotos

Como mi cámara no es digital no puedo mostrar fotos automáticas de aquello que me conmueve. Pero cuando la escanee, orlará este sitio la virgencita de la Recalada (así la bauticé), con su cuerpo de madera, portando flores de plástico y rodeada de caracoles y conchas marinas. Al fondo, el faro.

No creo en las virgencitas. Pero ésta era realmenre linda. "Santa virgencita de la Recalada, madre de los pescadores, ruega por nosotros pecadores". Pedazo de rima me mandé.

O sino: "Santa virgencita de la Recalada, madre de los turistas, ruega por nosotros pescadores, ahora y en la hora de nuestro ascenso al faro, amén".

El faro podía visitarse. Así que allí estuve. Dicen que es el más alto de latinoamérica. Eso no me consta. 76 metros me dijo el de Prefectura.

Como todo faro, éste consta de un tubo cilíndrico largo, colocado perpendicular a la tierra y con travesaños o más bien tirantes que, en forma de triángulo, lo sostienen más o menos inmóvil.

En la parte interna del cilindro -que debe tener un metro y medio de diámetro- no hay un ascensor. Hay una escalera caracol que permite, por supuesto, una visión acotada hacia unos pocos escalones para arriba y pocos escalones para abajo. Son más de trescientos los escalones. Son 76 metros de escalones.

Una pesadilla subir. Las voces de los que van más arriba son el testimonio de su presencia, una presencia de ultratumba, ciega, con voces amplificadas por el eterno tubo por el que están ascendiendo. Se escuchan risas también de ultratumba. Buuuuu!!!

Es el helicoide de Marechal, el descenso a los infiernos del Dante, pero para arriba.

Una experiencia del más allá. Una preciosura, qué quiere que le diga. Y me olvidaba: al llegar a la cima, lo de más o menos inmóvil no era un eufemismo.

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